Ana es una excelente estudiante, pero ser la primera de la clase no constituye un pasaporte a la felicidad. Los problemas de comunicación con sus padres y los complejos respecto a su aspecto físico, llevan a Ana a aislarse del mundo y escribir cartas a destinatarios y lugares desconocidos.
Sus mensajes de náufraga llevan una sola referencia: “Remite: Ana”.
Con este único dato, el jefe del departamento de devoluciones de la central de Correos inicia una investigación en busca de la remitente misteriosa que se interpone en el buen funcionamiento de su servicio.
Ajena a estas maniobras, Ana sigue escribiendo cartas, a la vez que descubre una forma distinta de ver el mundo y de contemplarse a sí misma.